En Colombia cada año se desechan cerca de 72.000 toneladas de llantas en el mercado de automóviles particulares y de transporte pesado, que se suman a las miles de toneladas que se encuentran en los botaderos y que, entre otras cosas, aumentan la proliferación de plagas como ratones y mosquitos, de acuerdo con la investigación.
Estos desechos acumulados también pueden generar incendios, y por su baja velocidad de descomposición y por el CO2 que liberan, contaminan el suelo y las aguas subterráneas.
Descomponer las llantas implica tres fases: en la gaseosa se crea un material combustible que se puede usar como fuente de energía; en la fase líquida, con el proceso pirolítico se pueden obtener productos químicos de alto valor como el limoneno –usado como ecocombustible, solvente e insecticida– o productos aromáticos como el tolueno, el estireno y la anilina, que se utilizan para hacer pinturas, telas y pegantes, entre otros; y en la fase sólida se crean carbonizados, que se pueden emplear como catalizadores o descontaminantes de ríos.
En el país hoy existen procesos para reutilizar de las llantas por medio de las reencauchadoras –que procesan alrededor de 600.000 llantas de transporte pesado al año– y del reciclaje en forma de caucho molido para los parques que se han hecho en Bogotá. Sin embargo, tales opciones tienen un potencial limitado debido a que el mercado es reducido.
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